
Antes de hacer un dibujo, aparece la idea.
Junto con la idea, el dibujo imaginado y, casi siempre,
la fantasía del dibujo perfecto, ideal.
Ese dibujo no existe fuera de nuestra cabeza,
y ni siquiera es un dibujo, es la fantasía de un dibujo.
Entonces vamos al papel:
a lidiar con el tiempo, la falta de tiempo a veces,
con el agua, los pigmentos, las texturas del papel,
el filo de la pluma, la calidad de los materiales,
nuestras manos y nuestros ojos, y nuestros humores;
las limitaciones de la física, la química, la geometría
y, por supuesto, nuestras propias limitaciones.
Lo que queda tras todo eso: es el dibujo real.
Nunca se parece al dibujo imaginado, a la fantasía del dibujo.
Este es diferente, más tosco es algunos aspectos,
lleno de accidentes sí, pero también de bellas sorpresas.
Más concreto e igual de maravilloso que el fantaseado.
Con una diferencia que lo hace mejor aún,
éste está, acá con nosotros, existe.
Podemos disfrutarlo y compartirlo.
Si sabemos verlo, claro.
Aquí la ilustración de un bello,
y engañosamente simple poema, a ser colgada,
en la feria de Frankfurt.
Gracias a Ernán Cirianni por invitar,
y a Hugo Padeletti por escribir el poema.
Saludos,
Fer CALVI